Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿Quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda, próximo a espirar,
buscando una mano amiga,
¿Quién la estrechara?
Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿Quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿Quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
prima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa
¿Quién vendrá a llorar?
¿Quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
quién se acordará?...
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